comunicación
SER NIÑO, AYER Y HOY
“Esperaba impaciente al sonido de los mismos ángeles, cuando sonaba el timbre del recreo todos gritábamos y salíamos corriendo, en mi escuela teníamos que recorrer un largo pasillo de unos 80 metros y bajar algunas escaleras dependiendo el grado vigente que estuviera cursando en ese ciclo escolar.
Fui muy afortunado, en mi escuela, contábamos con patios enormes, cancha de basquetbol, de futbol y hasta una pista de atletismo, en el recreo sólo nos dejaban usar los patios, pero eran suficiente para que todos los que deseábamos jugáramos también lo que nos diera en gana, aunque nos limitábamos casi siempre a jugar futbol, con las clásicas porterías de piedras grandes, suéteres o hasta pantalones del uniforme, mismos que seguido olvidábamos ahí y eran motivo de fuertes regaños en casa. Eran los veinte minutos más divertidos y llenos de actividad que vivíamos casi todos los de nuestra generación.
No nos prohibían jugar. Siempre con raspones en piernas y codos éramos los más felices. Nadie se quejaba de eso, resultaría absurdo en esa época reclamar por qué alguien se raspó. Mi madre sabía que yo siempre tenía raspones y nunca tuvo que culpar de ello a nadie, yo y sólo yo era el responsable de estas raspaduras, nunca graves, no tenía por qué serlo, solo era producto de ser un niño activo y feliz…”
Ahora los docentes actuales tenemos que remar contracorriente por un sin números de razones que nos hacen irnos “por la más fácil”, prohibir a los niños jugar y correr, para evitar posibles lesiones y conflictos con mamás y papás. Para los niños esto es realmente confuso, absurdo e incongruente, más, viniendo de los profesores de educación física. Para nosotros que nos debemos al movimiento, resulta realmente contradictorio escucharnos decir a los alumnos ¡dejen de jugar! Un mensaje un poco loco para los niños, una orden casi imposible de entender y por lo tanto de acatar, nosotros los promotores del movimiento para la salud, nosotros los promotores del aprendizaje a través de la motricidad, nosotros diciendo ¡dejen de jugar! Es incomprensible.